Ignacio Peñarroya, presbítero y beneficiado de la parroquia de Vilafranca, en 1733 destinó una finca de su propiedad situada en un pequeño montículo a la derecha del antiguo camino de Ares y Castellfort para erigir el calvario. Posteriormente, en 1739 mandó construir una pequeña ermita dedicada a la Crucifixión de Cristo.
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